NOTICIA


viernes, 3 de abril de 2009

Género y periodización


GÉNERO Y PERIODIZACIÓN

Por Alejandra Siles

El género y la periodización son modos posibles de ingresar a la literatura y a los textos literarios. Son categorías teóricas que se convierten en instrumentales o analíticas cuando se trasladan a un objeto concreto para estudiarlo; por ejemplo, las características del narrador en textos pertenecientes al género narrativo; la construcción del tiempo y el espacio en la lírica; el personaje en el género dramático; la omnisciencia narrativa en la escritura realista; la subjetividad del “yo” en el movimiento romántico.
Toda categoría aspira a describir propiedades y relaciones de los fenómenos de la realidad empírica. Constituyen la base de un modo de conocimiento, pues sin ellos no se puede describir un fenómeno. En consecuencia, el género y la periodización, en tanto categorías, pretenden capturar las propiedades de ciertas clases de objetos, o de sus modos de representación o configuración.

Distintas perspectivas
Las categorías de género y periodización fueron abordadas desde dos dimensiones o perspectivas:

1-DIACRÓNICA, cuya base histórica y empírica supone un recorte temporal y una cronología establecida desde un pasado hacia un futuro. En este eje diacrónico, la evolución de un género o el paso de un periodo a otro tenía una fecha mas o menos establecida y en torno a ella, se estudiaba “el antes” y “el después”.
Este criterio historiográfico colonizó a la literatura y le prestó sus categorías. Las etapas históricas se generaban en un lugar determinado y desde allí se proyectaban sus características hacia otros lugares geográficos, aunque no siempre entre un lugar y otro, las características de la etapa fueran idénticas. Es por ello que solemos hablar de Romanticismo alemán, Romanticismo francés, Romanticismo europeo, Romanticismo del Río de La Plata, etc.
En la teoría de los géneros también tuvimos un criterio historiográfico.
2-SINCRÓNICA, cuyas bases provienen del campo de la lingüística. Dentro de este criterio ya comienzan a observarse que las variaciones y los cambios en géneros y periodos no son siempre y necesariamente, evoluciones de tipo histórico; se preguntan, entonces, por aquellas operaciones que generan cambios en el eje sincrónico.
La periodización es una herencia del positivismo: concernía a la “Historia de la Literatura”. El texto literario era concebido como un documento, un texto de época, y la literatura se estudiaba como parte de la historia y siguiendo una metodología documental de “reconstrucción”. Lo histórico determinaba lo literario en una relación de causa-efecto / texto-contexto. Se buscaba el reflejo de la época en el texto literario, se indagaban las fuentes que lo habían originado, existían “originales y “copias”; por ejemplo, el Romanticismo europeo era el original y el Romanticismo del Río de la Plata, su copia.
La noción de periodo (tiempo que dura un fenómeno a través de un ciclo) es naturalista o cuasi- biologista y sostiene la existencia de una regularidad que fatalmente ha de volver a cumplirse, la repetición de fases homogéneas, la importancia de “lo natural” sobre “lo cultural”(que no se tomaba en consideración pues no podía predecirse).
Desde esta concepción, el texto literario se insertaba en un periodo determinado siguiendo un orden cronológico, por ejemplo, Generación del 80, y se asociaba a acontecimientos políticos o corrientes de pensamiento, por ejemplo, la literatura del Iluminismo.

La situación actual de las categorías de género y periodización.
En el pensamiento actual, las categorías de género y periodo dejaron de ser estudiadas como conceptos naturales, pues no hay nada natural en los fenómenos de la cultura. Hoy entendemos que géneros y periodos son acuerdos, convenciones que permiten agrupar los fenómenos literarios.
La periodización es un constructo teórico, no natural; es un modo de posicionar el fenómeno literario para estudiarlo mejor, una manera de organizar los textos sólo a los fines de poder explicarlos.
Los géneros son dinámicos e inestables pues en su configuración intervienen distintas instancias de mediación: autor, editorial, instituciones. Pensemos, por ejemplo, en el hecho cierto de que el lector recibe el texto ya rotulado genéricamente.
También ha sido superada la perspectiva historiográfica, desde que se estudia la literatura como práctica social que lleva en sí misma las marcas de sus condiciones históricas de producción que, además de históricas, son variables. Ahora hablamos, entonces, de “construcción” y no de “reconstrucción” como lo hacía el método historiográfico.

Para Bajtín, el género es una categoría tanto socio histórica como formal. Su evolución o transformación no es ajena a los cambios lingüísticos, sociales y culturales. El género es una categoría históricamente abierta y de reconocimiento empírico, que participa tanto de los cambios en los estilos discursivos cuanto de los cambios sociales. Participa dialógicamente en la obra no como una etiqueta o un modelo fijo, sino gobernando multiplicidad de relaciones de la obra con los códigos de la época, la lengua literaria, los lectores, las instituciones.
Según Bajtín, la existencia histórica de un género complejo, como son los literarios, reconoce tres constituyentes fundamentales: temas y motivos; estilos de lengua; estructuras compositivas. Estas regularidades o procesos de conformación de una “estilística genérica” se producen en una combinatoria que no es absolutamente libre, que responde a una tradición, que no es unilineal, que siempre está siendo activada o dialogizada dentro del sistema literario. El escritor particular siempre utiliza el género como una memoria cultural, dándole una orientación semántico valorativa particular y reacentuándolo según diversos ángulos dialógicos.
Bajtín no concibe la interacción discursiva fuera de la red de los géneros disponibles y tal vez por eso dice que el escritor atraviesa la vida del género en un momento dado de su evolución, reacentuándolo. El género es un modo de tomar posesión de la realidad.
Los géneros tienen potencialidad semiótica que es la que permite el desarrollo de los cambios del género (arcaísmo vivo) que pueden ser múltiples y variados, pero que siempre recuerdan (memoria genérica), la percepción semántico valorativa del mundo que los ha constituido histórica y socialmente.
El género es un signo que ya está codificado de cierto modo, pero que es capaz de reproducir de manera incansable variaciones de sí mismo, desencadenando un proceso dialógico incesante, dentro y fuera del sistema literario, en y a través de una época.
El género tiene un pragmatismo funcional: surge en ciertas condiciones de la comunicación y por ello, los géneros pueden cambiar o surgir otros nuevos. Tiene memoria: es un arcaísmo vivo pues cambia sin olvidar su origen. Tiene constantes que aparecen en distintos momentos de la vida del género, por ejemplo, la defensa de tesis tiene un origen jurídico, el policial recupera la memoria de la pesquisa..
Según Gerald Genette, toda obra, en el fondo, crea su género desde el momento en que adquiere vitalidad y autonomía; sólo las imitaciones son puramente conformes a las leyes de un género, por eso, la ausencia de valor propio es el resultado de esa conformidad demasiado perfecta. La obra, de este modo, se propone como modelo de sí misma y de otras obras.
En el pensamiento actual, no existen géneros puros sino “virtualidades genéricas”. Esta noción dinámica y no homogénea del género permite examinar sus componentes formales y semánticos, en diferentes estadios dentro de una misma obra o periodo.


Bibliografía
-ARÁN, Pampa (1999) El fantástico literario: “Aportes teóricos”, Tauro, Madrid.

-BAJTÍN, Mijail (1997) “El problema de los géneros discursivos” en Estética de la creación verbal, Siglo XXI, Méjico.